Juan Lucas Pons Lalaguna
Médico
No tengo ninguna duda de que todos ustedes se han sentido admirados más
de una vez del producto de nuestra asombrosa actividad onírica. ¿Quién de
ustedes no ha experimentado maravilla, desasosiego o extrañeza tras despertarse
de un sueño? ¿Quién de ustedes no se ha sentido espectador fascinado por ese
increíble espectáculo de nuestros ensueños? ¿Quién de ustedes no se ha
preguntado por el sentido de esta misteriosa función mental? ¿Se trata de
mensajes de nuestro inconsciente? ¿Son nuestros sueños simplemente el resultado
de la acción totalmente caótica de nuestra imaginación? ¿Qué utilidad tienen?
Cruciales o absurdos lo que es seguro es que todos vivimos cada noche dentro de
varios sueños y que interesarse por el contenido de estos episodios, indagar en
una explicación verosímil de su significado y apreciar las sensaciones a las
que nos inducen puede ofrecernos una información muy valiosa de cómo opera
nuestra mente y, por lo tanto, ser un instrumento esencial para conocernos un
poco mejor a nosotros mismos, comprender la multiplicidad de nuestra vida
anímica y descifrar las huellas que las experiencias sustanciales imprimen en
nuestra psique. ¿Se sienten atraídos por la observación y el estudio de sus
propios sueños? ¿Les gustaría disponer de algunas pequeñas técnicas para
desentrañar el valor de sus visiones nocturnas? Pues no se me queden dormidos y
sigan leyendo.
De entrada hemos de señalar que los
procesos mentales que denominamos sueños se caracterizan por una profusión de
imágenes sensoriales que no proceden de la realidad sino de nuestro recuerdo
(técnicamente se denominan alucinaciones), que estas imágenes fluyen en nuestra
mente según una lógica muy particular (discurren por medio de asociaciones
dentro de una narrativa completamente delirante), que se hallan acompañadas de
estados emocionales intensos (las vivencias afectivas están tan exacerbadas que
pueden llegar incluso a interrumpir el sueño de golpe), que mientras estamos
sumergidos en ellas perdemos nuestra facultad critica (la capacidad de
reflexionar sobre lo que acontece está totalmente desactivada), que carecemos
del más mínimo control sobre el contenido de esta marea de imágenes (somos
simples observadores de la escena sin que podamos dirigir la función) y que la
memoria de esta actividad onírica es evanescente y tiende a desaparecer en
cuanto nos despertamos (únicamente podemos recordar un sueño si previamente
hemos salido de él). Una vez tenemos presente las propiedades psíquicas de
nuestra actividad nocturna vamos a ver como podemos capturar los ensueños que
genera nuestra mente [...]
Text complet, ben aviat, a l'edició en paper de la nostra revista
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